No es un tema fácil de abordar. La situación del agua en México es delicada y tiene muchas dimensiones: desde el acceso al agua potable en casa, la disponibilidad para el campo y la ganadería, el agua que se usa en los procesos industriales, hasta la conservación de las fuentes de este recurso, como los mantos acuíferos, ríos y lagos, e incluso el mar.
Pero, ¿qué tiene que pasar para que digamos que estamos enfrentando una “crisis hídrica”? Para empezar, crisis significa actuar rápido, ¿no? Es ese momento en el que sabes que si no haces algo ya, las cosas se van a complicar. Ahora, si le sumamos la palabra “hídrica” a la ecuación, estamos hablando del agua: ese recurso que necesitamos para absolutamente todo, desde el café de la mañana hasta los ríos y acuíferos que sostienen la vida en el país.
Y en México, el agua no es solo una necesidad; es un reflejo de cómo vivimos. La usamos en la agricultura, la ganadería, la industria y hasta en la “cheve” de los fines de semana. Pero también la desperdiciamos, la contaminamos y, a veces, simplemente la ignoramos.
Entonces, cuando este recurso tan esencial empieza a faltar, se vuelve evidente que hay que tomar medidas y actuar urgentemente sobre el problema. El agua en México está en peligro.
No es solo un tema “ambiental”; es un problema que afecta nuestra vida diaria, la economía y hasta el futuro del país. Según expertos de la UNAM, el 74% del territorio mexicano enfrenta inseguridad hídrica. Eso significa que millones de personas no tienen suficiente agua para cubrir lo más básico, como beber, cocinar o regar sus cultivos. Sí, así de fuerte está la cosa.
Agua que sobra y agua que falta
México es un país de contrastes (y no solo en el clima). Mientras en el norte la sequía convierte el suelo en polvo, en el sur los ríos están tan contaminados que, en lugar de agua, llevan químicos y desechos. Estamos viendo cómo el mal manejo del agua y los efectos del cambio climático nos pasan factura: sequías extremas, acuíferos sobreexplotados y ríos convertidos en vertederos.
Algunos datos:
- Solo el 58% de la población en México tiene agua diariamente en su casa y acceso a saneamiento básico. ¿Te imaginas? Eso significa que millones de personas abren la llave y nada.
- Y no para ahí. Aproximadamente el 40% del agua se pierde en fugas en los sistemas municipales de distribución. Sí, casi la mitad del agua se va por tuberías rotas que nadie repara.
- Mientras tanto, el 60% de los cuerpos de agua en el país presentan algún grado de contaminación, convirtiendo ríos y lagos en auténticas cloacas a cielo abierto.
- Estamos sobreexplotando nuestros recursos naturales sin darle tiempo a la naturaleza de recuperarse. De los 653 acuíferos en México, 157 están sobreexplotados.
- Estamos sacando más agua de la que la tierra puede recargar. Es como si estuviéramos usando nuestra tarjeta de crédito hídrica sin pensar en cómo vamos a pagarla después.
¿Qué está pasando en el norte?
El agua sostiene sectores clave como la agricultura y la ganadería. En el norte del país, donde las sequías son ya un inquilino permanente, los efectos se sienten en todos los rincones: desde los campos agrícolas hasta las mesas de las familias.
Según el Monitor de Sequía de Conagua, al 15 de noviembre de 2024, el 31.8% del territorio nacional presenta al menos algún grado de sequía. En el norte, Chihuahua, Sonora y Sinaloa son los estados más afectados por la sequía extrema. Estas condiciones reflejan la intensidad del estrés hídrico que vive la región, afectando tanto las actividades agrícolas y ganaderas como el abastecimiento de agua para las comunidades locales.
Recordemos que el sector agrícola ocupa el 76% del agua extraída y depende casi completamente de la lluvia para mantener sus niveles de producción. Años con buenas precipitaciones significan cosechas robustas, pero las sequías recientes, como las de 2011, 2022 y ahora 2024, golpearon fuerte y provocaron pérdidas significativas en cultivos básicos como maíz, trigo y frijol, dejando al sector ganadero en una situación igualmente crítica.
- El caso más grave es Chihuahua: un alarmante 40% del territorio está en sequía extrema y el 16.5% en sequía excepcional. Las presas del estado están al 20% de su capacidad. Sin agua suficiente, los agricultores no podrán sembrar en 2025, lo que impactará directamente en el precio de la comida que llega a tu mesa.
- En Sinaloa, el 21.3% del territorio está en sequía extrema y un preocupante 12.3% en sequía excepcional. La ganadería está en crisis porque las presas apenas llegan al 24.6% de su capacidad. Menos agua significa menos alimento para el ganado.
- En Sonora, el 29.8% del territorio enfrenta sequía extrema y el 24.6% está en sequía severa. Actualmente, las presas están al 31.5% de su capacidad.
En Mazatlán, Sinaloa, los ganaderos enfrentan decisiones difíciles. Ranchos que durante generaciones han sido el sustento de familias enteras ahora están vacíos, obligados a vender sus cabezas de ganado porque simplemente no hay cómo alimentarlas. El costo lo pagan también quienes dependen de esta actividad. Las historias de ranchos vacíos y corrales silenciosos muestran un lado de la sequía que no siempre aparece en los titulares.
En la Ciudad de México: hundiéndonos, pero sin agua
Oh, la capital. Aquí no solo tenemos cortes de agua constantes en zonas como Iztapalapa (donde 2 millones de personas dependen de pipas para su suministro), sino que además, la ciudad se está hundiendo hasta 40 centímetros al año por la extracción descontrolada del acuífero. En 10 años, eso es como perder la altura de un edificio de 15 pisos. ¿Lo peor? Grandes empresas tienen concesiones que les permiten extraer millones de litros, mientras muchas familias abren la llave y no sale ni una gota.
Y en los valles de Hidalgo, donde el río Tula debería ser una fuente de vida, la realidad es muy diferente. Allí, las aguas negras que llegan desde la Ciudad de México han convertido al río en un símbolo de abandono y contaminación. Para las comunidades afectadas, el panorama es desolador: el aire huele y se siente tóxico, las moscas invaden las casas y el agua que riegan en sus cultivos proviene del torrente contaminado. En este rincón del país, la crisis hídrica no solo es falta de agua limpia; es vivir entre lodos y enfermedades.
¿Y el sur? ¿No que ahí sobra el agua?
No tanto. El Gran Acuífero Maya, una de las mayores reservas de agua dulce del país, está en peligro. La sobreexplotación y la salinización (sí, el agua dulce se está volviendo salada) están afectando tanto a la biodiversidad como a las comunidades locales. Si seguimos así, los expertos dicen que en 20 o 30 años la disponibilidad de agua en esta región podría reducirse a la mitad. Eso equivale a perder en una generación lo que tardó miles de años en formarse.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Esta crisis es el resultado de diversos factores, como prácticas agrícolas que consumen mucha agua, deforestación y un crecimiento urbano sin planificación adecuada.
La agricultura consume la mayoría del agua disponible en México, y en muchos casos se utilizan sistemas de riego poco eficientes. La deforestación afecta el ciclo del agua, ya que los bosques juegan un papel crucial en la captación y filtración de lluvia hacia los acuíferos. Además, las ciudades se expanden sin considerar la recarga de los mantos acuíferos.
La vulnerabilidad del agua en México es un problema que no apareció de la noche a la mañana. Es el resultado de décadas de políticas públicas inadecuadas, prácticas agrícolas ineficientes y crecimiento urbano descontrolado. La sobreexplotación de acuíferos, la falta de inversión en infraestructura hídrica y la deforestación han agravado el problema.
¿Y la solución? ¿El Plan Nacional Hídrico?
Desde el gobierno, Claudia Sheinbaum presentó el Plan Nacional Hídrico, una estrategia que promete enfrentar esta crisis. ¿Qué trae? De entrada, una inversión inicial de 20,000 millones de pesos. Suena a mucho, pero ¿es suficiente para un problema tan grande?
- Recuperación de concesiones no utilizadas: Más del 25% de las concesiones de agua están en manos de grandes empresas o proyectos que no las utilizan. Recuperarlas permitiría devolver miles de litros a comunidades que enfrentan cortes constantes.
- Modernización de 200,000 hectáreas de riego agrícola: Mejorar los sistemas de riego podría ahorrar millones de litros.
- Saneamiento de ríos clave: Pone como prioridad el rescate de los ríos Lerma-Santiago y Tula es prioritario. Transformarlos de drenajes a fuentes de agua limpia podría beneficiar a millones.
- Nueva Ley General del Agua: Busca garantizar que el agua sea reconocida como un derecho humano, no como una mercancía, con el fin de eliminar el mercado ilegal e injusto de concesiones no utilizadas.
- Desarrollo de infraestructura hídrica en regiones prioritarias.
¿Suena bien, no? Revisar las concesiones de agua y tecnificar los sistemas de riego ayudaría a poner orden, eficientar el uso del recurso y terminar con los abusos en el cobro y disponibilidad del agua.
Pero implementar este plan, que involucra a todos los sectores del país—industriales, ganaderos, agricultores—en un contexto donde los intereses privados han dominado la gestión del agua, no será fácil.
Según datos de la Conagua, el 51% de los ríos y lagos del país y un tercio de los acuíferos subterráneos están en semáforo rojo por contaminación. No es solo un dato rudo: sustancias tóxicas como mercurio y cromo, junto con bacterias fecales, están presentes en ríos vitales como el Atoyac y el Santiago. Estos cuerpos de agua, que deberían ser fuentes de vida, ahora representan un riesgo para la salud y el bienestar de miles de comunidades.
El papel de cada uno de nosotros
La crisis del agua en México es un problema de todos, y para enfrentarlo, cada acción cuenta. No podemos dejar todo en manos del gobierno o las empresas: desde nuestras casas hasta la comunidad, todos tenemos un rol clave.
¿Qué puedes hacer desde casa?
- Repara fugas: Una llave goteando desperdicia hasta 30 litros diarios. Solucionarlo ahorra agua y dinero.
- Instala dispositivos eficientes: Regaderas y grifos de bajo consumo hacen una gran diferencia.
- Usa el agua con lógica: Cierra la llave al cepillarte los dientes o lavar los trastes. Multiplicado por millones, este gesto importa.
¿Y en tu comunidad?
- Súmate a proyectos de reforestación o limpieza de ríos. Las iniciativas locales tienen un gran impacto.
- Participa en comités vecinales para gestionar y monitorear el agua en tu colonia.
- Busca y comparte información sobre ahorro de agua y promueve huertos vecinales o escolares.
- Apoya a empresas responsables con el uso del agua y presiona para que el gobierno implemente leyes justas sobre su uso.
El panorama no es alentador, pero aún hay tiempo para cambiar el rumbo. Necesitamos revalorar el agua, no como un recurso infinito, sino como un derecho vital. Si seguimos gastándola como si nunca fuera a acabarse, estamos condenando a nuestras futuras generaciones a un presente de escasez y desigualdad.