EE. UU. y México al borde del colapso diplomático… por el agua

El agua, ese recurso que damos por sentado hasta que falta, está a punto de convertirse en el eje de una crisis diplomática entre México y Estados Unidos. La disputa por el cumplimiento del Tratado de Aguas de 1944 ya no es un diferendo técnico: es una amenaza real para la cooperación bilateral… e incluso para el T-MEC.

Desde hace décadas, el tratado establece que México debe entregar 2,185 millones de metros cúbicos de agua del río Bravo cada cinco años a Estados Unidos, mientras que EE. UU. debe proporcionar 1,850 millones de metros cúbicos anuales del río Colorado a México. Pero en este ciclo quinquenal, México solo ha entregado alrededor de 600 millones, dejando un déficit de más de 1,500 millones. ¿La razón? Sequía severa, presas como La Amistad y Falcón por debajo del 25% de su capacidad, y un norte del país que se queda seco.

El cambio climático ha intensificado la variabilidad hídrica en la región, y expertos señalan que el tratado —firmado hace más de 80 años— no contempla condiciones extremas ni el aumento poblacional y agrícola de ambos lados de la frontera. Las disputas por el agua se están volviendo más frecuentes y más tensas.

La respuesta desde el norte fue tajante: Donald Trump negó enviar agua del río Colorado a Tijuana, una medida sin precedentes. El argumento: si México no entrega, tampoco recibe. Mientras tanto, Texas alza la voz por las afectaciones económicas a su agroindustria. Legisladores como Ted Cruz y el gobernador Greg Abbott exigen acciones legales, más presión diplomática e incluso condicionar cooperación energética. El agua, de pronto, se vuelve moneda geopolítica.

Por su parte, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, propuso revisar el tratado, reconociendo que el escenario hídrico de 1944 ya no existe. También ha llamado a impulsar infraestructura de almacenamiento y reúso, así como reforzar el monitoreo conjunto del caudal de los ríos. Pero cualquier modificación al acuerdo requerirá una negociación compleja y de largo plazo, especialmente entre dos países con procesos electorales en curso, conflictos energéticos abiertos y una creciente tensión comercial.

La realidad es clara: la crisis hídrica ya no es solo un tema ambiental. Es un tema de seguridad, economía y diplomacia. Y aunque el conflicto parezca técnico, el agua no entiende de tratados… pero sí de sequías.

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