En lo que va del año, más de 450 kilómetros de costa en la Riviera Maya han sido cubiertos por sargazo. Desde Punta Nizuc hasta Xcalak, pasando por Tulum, Mahahual y Cozumel, esta macroalga marina ha llegado en cantidades alarmantes. Lo que alguna vez fue un fenómeno esporádico, hoy es parte del paisaje costero… y no para bien.
Aunque en mar abierto el sargazo cumple una función ecológica al servir como hábitat temporal para peces y tortugas, su acumulación masiva en las playas representa un grave problema ambiental, económico y de salud pública.
¿Por qué llega tanto sargazo?
Las causas son múltiples, pero todas apuntan a un mismo origen: las actividades humanas.
El exceso de fertilizantes provenientes de la agricultura industrial, las aguas negras mal gestionadas en ciudades costeras y zonas turísticas, y la deforestación masiva en América del Sur —especialmente en la cuenca del Amazonas— han alterado profundamente el equilibrio de los ecosistemas acuáticos. La erosión del suelo arrastra nutrientes como nitrógeno y fósforo a los ríos, que desembocan en el océano Atlántico y actúan como fertilizante para el sargazo.
A esto se suma el cambio climático, que ha elevado la temperatura del agua, favoreciendo el crecimiento acelerado de la macroalga. Las corrientes oceánicas, también alteradas, la empujan desde el Atlántico central hacia las costas del Caribe mexicano.
Más que un mal olor
Cuando el sargazo se acumula en la orilla, bloquea la luz solar, impidiendo que los corales y los pastos marinos realicen la fotosíntesis. Al descomponerse, consume oxígeno en el agua, dejando sin aire a organismos como erizos, estrellas de mar y peces. También emite gases tóxicos como ácido sulfhídrico y metano, que deterioran la calidad del agua y pueden causar irritación en la piel o problemas respiratorios.
Además de estos impactos ecológicos, el sargazo afecta directamente al turismo y la pesca: dos pilares económicos en el Caribe mexicano. En 2024, Cancún recibió más de 21 millones de turistas que dejaron una derrama de más de 20 mil millones de dólares. La presencia de sargazo amenaza esta fuente de ingresos para miles de familias.
¿Qué se está haciendo?
La Secretaría de Marina, junto con gobiernos locales y el sector hotelero, ha implementado una serie de acciones para contener y retirar el sargazo: barreras flotantes, embarcaciones sargaceras, brigadas de limpieza manual y mecanizada, así como zonas de acopio temporal. En 2022, por ejemplo, se recolectaron más de 52 mil toneladas solo en Quintana Roo.
Sin embargo, la mayoría del sargazo recolectado es desechado sin aprovechamiento.
¿Y si lo transformamos?
Diversas universidades y emprendimientos están buscando maneras de aprovechar el sargazo como materia prima. La UNAM, por ejemplo, ha desarrollado paneles para construcción similares a la tablaroca (Sarga Panel), que funcionan como aislantes térmicos, tienen propiedades acústicas y son reciclables.
Aprovechar el sargazo no resuelve el problema de fondo, pero puede convertirse en una estrategia paralela mientras se abordan las causas estructurales: el cambio climático, la contaminación y la gestión deficiente de los ecosistemas.
El sargazo no es solo una molestia costera. Es una señal de alarma. Y también una oportunidad para actuar.